LABORISARQUITECTUM
2009-09-15 12:41:38 UTC
La Logia Luminosa del Vril
Los cálices para las huestes de Lucifer
«Estoy fundando una orden, confió Adolf Hitler a Rauschning, hablando
de sus planes
para establecer los burgos en los que tendría lugar la segunda fase
de
la creación de una
nueva raza.. De allí surgirá la fase final de la mutación humana...
¡El Hombre-Dios!»
Karl Haushofer no sólo había realizado un profundo estudio sobre los
orígenes de la raza aria en la Atlántida, y sobre el modo en que
había
sido moldeada para cumplir su destino histórico en el mundo. El
profesor también era la fuente de toda la mística biológica del
racismo del partido nazi, así como elresponsable inmediato de
inspirar
la idea de realizar experimentos de incubación y de llevar a cabo una
educación especial en los burgos en los que aparecería una nueva raza
de Superhombres.
Después de iniciar a Adolf Hitler en la Doctrina Secreta en la
fortaleza de Landsberg, Haushofer seconvirtió en la figura central de
una sociedad secreta llamada «Vril» o «Logia Luminosa del Vril», que
fue fundadaen Berlín. La única cualificación aceptable para entrar a
formar parte de este exclusivo círculo satánico era la
presentación de un grado lo suficientemente alto de iniciación en la
Doctrina Secreta.
La Logia Luminosa no sólo comprendía miembros procedentes de los
movimientos ocultistas más
importantes de Europa, sino que también atraía a iniciados de todos
los rincones del planeta, incluso del
Tíbet, de Japón, de la India, de Cachemira, de Turkistán y de Ceilán.
En el cuartel de la Sociedad en Berlín,
lamas tibetanos, budistas japoneses y miembros de otras sectas
orientales se codeaban con ex alumnos de
Gurdjieff, miembros de varias órdenes rosacrucianas, antiguos
asociados a la Logia de París del Alba Dorada
y dudosos personajes de la Ordo Templi Orientis, de Aleister Crowley.
El único objetivo de esta Logia era realizar más investigaciones
sobre
los orígenes de la raza aria y sobre
el modo en que las capacidades mágicas que dormían en la sangre aria
podían ser reactivadas para
convertirse en poderes sobrehumanos. Resulta sorprendente el hecho de
que una de las obras que
demostró ser una fuente inagotable de inspiración para los dirigentes
de la Logia había sido escrita por un
inglés, Bulwer-Lytton, francmasón y miembro de una sociedad inglesa
rosacruciana, que escribió otras obras
menos conocidas aparte de su elogiada novela Los últimos días de
Pompeya, por la cual se hizo famoso. En
uno de estos libros menos conocidos, titulado La Raza que viene,
revelaba muchas de las verdades que
había aprendido a través de la iniciación personal en la Doctrina
Secreta. Lytton, un hombre íntegro y un
académico de mérito, sentía gran interés por las profecías que se
referían al bien y al mal mencionado en el
Apocalipsis. No tenía idea de que este libro, en el que describía el
surgimiento de una nueva raza de grandes
facultades espirituales y poderes sobrehumanos se convertiría en la
maligna inspiración de un pequeño
grupo de nazis que tenían la intención de crear una Raza Superior
para
esclavizar al mundo.
La primera noticia del Vril fue revelada al mundo occidental a través
de Willi Ley, un científico de cohetes,
cuando huyó de Alemania en 1933. Según Ley, los discípulos de
Haushofer creían que estaban desvelando
un conocimiento secreto, a través del cual serían capaces de crear
una
mutación en la raza aria. Entre otras
cosas, relató historias que había oído sobre sus extrañas
meditaciones
y el tipo de ejercicios que realizaban
a fin de desarrollar poderes sobrehumanos de concentración y visión
clarividente.
Ley, ingeniero y experto en ciencias naturales, consideraba que aquel
asunto era inofensivo y bastante
ridículo. No podía prever que el Reichsführer SS, Heinrich Himmler,
se
apoderaría un día de la Logia
Luminosa y la incorporaría-al Ahnenerbe, la Oficina de Ocultismo
Nazi;
y tampoco podía prever que
proporcionaría el anteproyecto para la fundación de un nuevo orden en
los burgos, y que finalmente
desembocaría en experimentos con la médula espinal y con las cabezas
decapitadas de los comisarios
judíomarxistas73.
El Vril es un antiguo nombre indio para las enormes fuentes de
energía
que se pueden conseguir como consecuencia de la expansión del cuerpo
etéreo o del organismo del tiempo en el hombre. Los informes de
Ley eran correctos, ya que los iniciados del Vril pasaban horas y
horas en silenciosa contemplación de
Hitler: la conspiraciσn de las tinieblas Trevor Ravenscroft
semillas, hojas, flores y frutas, ¡incluso de manzanas cortadas por
la
mitad! De hecho, los miembros de esta
Logia estudiaban las leyes de la metamorfosis en las plantas, que
anteriormente habían sido estudiadas en
Europa por Goethe. Goethe fue el primer europeo que consiguió, a
través de este tipo de contemplación,
adquirir una extensión parcial del organismo etéreo, lo cual explica
tanto la fuente de su genio como sus
notables poderes extrasensoriales.
Existe una amplia documentación sobre el hecho de que Goethe era
capaz
de predecir muchos
acontecimientos futuros, y de que sentía grandes tormentas,
erupciones
y terremotos que se producían a
miles de kilómetros de distancia. La capacidad asombrosa y algo
parecida de Karl Haushofer para predecir el
futuro también es del dominio público. Cuando era general en el
frente
occidental durante la primera guerra
mundial, era capaz de predecir las fechas y las horas exactas de las
batallas que se avecinaban, e incluso
trasladó su cuartel general en varias ocasiones, porque tenía la
capacidad de predecir la estrategia que
utilizaba el enemigo en sus bombardeos, y sabía incluso en que lugar
exacto iban a caer los obuses.
Haushofer adquirió estos extraordinarios dones gracias a su
pertenencia a la Sociedad Dragón Verde, en
Japón, en la que el dominio del organismo del tiempo y el control de
las fuerzas de vida en el cuerpo
humano es el objetivo central, a fin de ascender, por los grados
sucesivos de la iniciación. Una de las
pruebas más duras de este tipo de iniciación exige la capacidad de
controlar las fuerzas de vida de las
plantas, de un modo parecido a los poderes con que contaba el antiguo
pueblo de la Atlántida. El iniciado
debe activar el proceso de germinación en una semilla, y hacer que se
desarrolle su crecimiento hasta el
estadio de la planta madura, de modo que la flor aparezca en cuestión
de minutos. Estos poderes no están
tan sólo conectados con el control de los espíritus elementales, sino
también con el pleno desarrollo y
activación del chakra de diez brazos situado en el cuerpo astral, que
interpenetra el abdomen alrededor del
ombligo físico. Sólo se ha permitido a dos europeos la entrada en
esta
orden japonesa, que exige los
juramentos de completa discreción y obediencia, juramentos mucho más
estrictos e intransigentes que los
de sociedades de características similares existentes en el mundo
occidental.
Los iniciados del Vril se daban perfecta cuenta de que su objetivo de
crear una mutación en la raza aria
era totalmente inalcanzable en términos de la ciencia materialista
del
siglo XX, que concluye que todas las
mutaciones se han producido a través de influencias a largo plazo del
entorno. Pero a sus ojos, la ciencia
contemporánea era una ciencia judío-marxista y liberal, una
conspiración de mentes mediocres que no se
merecían otra cosa que el desprecio. Ellos la habían sustituido por
la
ciencia nordiconacionalista, una
concepción mágica del mundo basada en la cosmología de la Doctrina
Secreta. Sólo a los iniciados elegidos
se les permitía conocer las realidades de esta cosmología. Para el
consumo del gran público, se exteriorizaba
como el gemelo de la geopolítica, y se incluía dentro de una
propaganda conocida genéricamente con el
nombre de Welteislehre74.
La cosmología escondida tras la ficción popular de la Welteislehre
tenía sus orígenes en el antiguo Tíbet,
hace nueve mil años, y se trataba de un eco de los secretos
conocimientos de los iniciados, que aparecieron
por primera vez por escrito miles de años más tarde en los Vedas, las
Upanishads y en la filosofía Samkhya.
El universo se concebía como un vasto organismo que abarcaba en su
interior tanto al macrocosmos
como al microcosmos, la sucesión de acontecimientos en la tierra que
tenían su origen y estímulo en los
movimientos dirigidos por el espíritu del sol y de los planetas,
sobre
un trasfondo de las emanaciones
cósmicas procedentes de las estrellas fijas.
Esta referencia a la astronomía espiritual, en la que los ritmos
reiterados de los cuerpos celestiales
activaban las condiciones cambiantes de la vida en la tierra, puede
encontrarse también en muchos otros
sistemas orientales y occidentales. Tal vez este tema alcanzó su
máxima expresión en las obras de Dionisio
el Aeropagita y de Enéades de Plotino, así como en el pensamiento de
toda la escuela neoplatónica, uno de
los sistemas filosóficos más espirituales y de mayor profundidad
intelectual que el mundo ha conocido.
Una parte integrante de esta cosmología era la idea de que la tierra
era también un organismo
consciente y viviente, una especie de reflejo gigante del hombre, de
cada aspecto de la constitución física y
psicoespiritual del hombre, que encuentra su contrapartida exacta en
el organismo de la tierra.
Del mismo modo que se consideraba que el hombre tenía un organismo
etéreo, se atribuía un organismo
de similares características, aunque en tamaño gigante, a la tierra.
Y
todo el proceso de evolución espiritual
y física de la humanidad se atribuía a un gran ritmo central de la
aspiración y la espiración del organismo del
tiempo de la tierra, que desembocaba al mismo tiempo en la
contracción
correspondiente en la vida del
hombre en evolución.
Los miembros del Vril creían que el punto crítico de la contracción
del organismo del tiempo coincidía con
la aparición de la raza aria y el eclipse de todos los poderes
mágicos
en el continente de la Atlántida. Y veían
el contrapunto vital en la expansión del organismo etéreo del
planeta,
que tendría lugar en el siglo XX. Por
esta razón pronosticaron un gran amanecer para la magia.
Horst Wessel, miembro del Vril y uno de los máximos exponentes de la
Welteislehre, predijo que la fecha
exacta de este punto sería el año 1909, treinta años después del fin
del Kali-Yuga, o Era Oscura. Éste fue el
año en que Adolf Hitler contempló por primera vez la Lanza de Longino
en el Hofburg de Viena75.
Las teorías y las conclusiones del Vril fueron puestas a disposición
de Adolf Hitler, el cual demostró gran
interés por todos los detalles que pudieran contribuir a la personal
mezcla de mística biológica, que estaba
cobrando forma en su mente brutal y demente76.
Adolf Hitler creía que el siglo XX sería un «punto crítico en el
tiempo» en toda la evolución de la
humanidad. Imaginaba que el resurgimiento de los poderes mágicos se
produciría de un modo
asombrosamente repentino. E incluso comparó la anticipada transición
con la aparición de la pubertad en la
adolescencia, cuando las fuerzas dormidas se despiertan de pronto
para
marcar el significativo cambio de la
niñez a la edad adulta.
Ya hemos descrito que Adolf Hitler imaginaba que estaba en el umbral
de estos poderes mágicos, y que
las facultades que había adquirido a través de la iniciación eran en
sí mismas una especie de preludio de lo
que vendría en un futuro muy próximo, cuando las grandes fuerzas
invisibles del mundo etéreo se
convirtieran en algo mucho más asequible para el hombre.
Según él, el nuevo tipo de hombre que estaba a punto de aparecer en
la
tierra sería capaz de viajar hacia
adelante y hacia atrás en el tiempo, y de captar acontecimientos de
un
pasado muy lejano, así como de
contemplar el destino del hombre que viviría miles de años más tarde.
«Lo que hoy se conoce como historia
.decía., lo aboliremos por completo.»
Pero Hitler no sólo vaticinó el nacimiento de facultades
espirituales,
sino que llegó hasta el punto de
profetizar verdaderos cambios fisiológicos en las generaciones
venideras, tales como la abertura de una
cuenca frontal y la reaparición visible del «ojo del cíclope».
«Hitler siempre hablaba del ojo del cíclope», escribe Rauschning, que
oyó en varias ocasiones las
opiniones de Hitler acerca de la llegada del Superhombre. «Algunas
personas ya pueden activar su glándula pineal para una visión
limitada
de los secretos del tiempo .le dijo Hitler, y con estas palabras se
refería, sin
lugar a dudas, a sus propias experiencias de sus reencarnaciones
anteriores.. Pero el nuevo tipo de hombre
estará equipado físicamente para esta visión, del mismo modo que
nosotros vemos ahora con nuestros ojos
físicos. Será un don natural, que no requerirá esfuerzo alguno».
Adolf Hitler había recorrido un largo camino desde que leyera por
primera vez el Superhombre de
Nietzsche en sus tiempos de pobreza, en Viena. Se siente uno tentado
a
preguntarse que habría pensado el
propio Nietzsche de los puntos de vista de Adolf Hitler acerca del
tema de su libro más elogiado. Si
recopilamos todo lo que Hitler dijo sobre el Superhombre que se
avecinaba, nos encontramos ante un
cuadro de lo más fantástico.
El Nuevo Hombre tendría un semblante extraordinario, estatura
gigantesca, un físico glorioso y fuerza
sobrehumana. Sus poderes intuitivos sobrepasarían de largo el mero
pensamiento intelectual, tendría una
facultad mágica de imaginación, una especie de consciencia
sobrehumana
en imágenes, que obviaría la
necesidad de la combinación sensorial de los pensamientos
intelectuales y abstractos.
Este Superhombre, que nacería entre nosotros en un espacio de tiempo
muy corto, manifestaría
facultades mágicas, tales como poderes mágicos de lenguaje, que todos
los mortales se verían obligados a
obedecer. Todos los espíritus entre cielo y tierra obedecerían sus
órdenes. Incluso el clima y la combinación
de los elementos químicos se regirían por sus poderes acústicos. Los
Superhombres se convertirían en la
élite de la tierra, en los señores de todo lo que dominaban. Nada
escaparía a su visión espiritual, y ningún
poder terrenal podría enfrentarse a ellos. «Serán los Hijos de los
Dioses», dijo Hitler.
¿Y cuál era la clave de este increíble potencial en el hombre? Sería
descubierta a través de la naturaleza
y la calidad de la sangre. ¡Tan sólo la sangre aria percibiría los
recursos recientemente liberados del poder
creativo cósmico!
Estos pueblos, que nacían a partir de los remanentes de otras razas
que habían sobrevivido a la
destrucción de la Atlántida, no serían incluidas en las mutaciones. Y
la raza judía, que había surgido en un
momento en que el poder etéreo creativo había tocado fondo, sería
excluida de todo este proceso de
evolución humana.
«Sólo imitan a los hombres, pero no pertenecen a la misma especie»,
dijo el profesor Kart Haushofer.
«Los judíos están tan apartados de los humanos como lo están los
animales», reiteró Heinrich Himmler. «No
considero que los judíos sean animales, están más alejados de los
animales de lo que lo estamos nosotros .
concluyó Adolf Hitler.. Por ello no constituye un crimen eliminarlos,
ya que no pertenecen a la humanidad».
Adolf Hitler expresaba las conclusiones del Vril cuando afirmaba que
la única raza verdadera era la raza
aria, y que sólo la raza aria podía tomar parte en la gran aventura
heroica del repentino y mágico paso en el
progreso de la evolución de la humanidad.
Éste era el credo nazi, y Adolf Hitler se convirtió en su profeta. En
diversas ocasiones habló de su
vocación como heraldo de la nueva raza de Superhombres: «La creación
todavía no ha finalizado. El hombre
todavía tiene que pasar por varias etapas de metamorfosis. El hombre
postatlántico ya está en una fase de
degeneración tal que apenas es capaz de sobrevivir... Todas las
fuerzas creativas se concentrarán en una
especie nueva. Los dos tipos de hombre, el viejo y el nuevo,
evolucionarán rápidamente en diferentes
direcciones. Uno de ellos desaparecerá de la faz de la tierra, el
otro
florecerá... ¡Éste es el verdadero
objetivo que se esconde detrás del movimiento nacionalsocialista!»
«Estoy fundando una orden .confió Adolf Hitler a Rauschning, poco
antes de que éste desertara a
occidente. En esta ocasión hablaba de sus planes para establecer los
burgos en los que tendría lugar la
siguiente fase de la creación de una nueva raza.. De allí surgirá la
última fase de la mutación humana... ¡El
HOMBRE-DIOS! Este espléndido Ser se convertirá en objeto de la
adoración universal.»
Sin embargo, el objetivo último de Hitler en la mutación biológica no
pretendía abrir el camino a la
reaparición del tipo de híbrido Dios-Hombre mencionado en el Génesis,
que un día caminó por la tierra del
continente de la antigua Atlántida. Esos Seres Espirituales, que se
encontraban por encima del hombre, pero
por debajo de las jerarquías celestiales, podían adoptar forma
humana,
porque la plasticidad de la
constitución humana lo permitía en aquella época. Pero estos
mensajeros divinos sólo estaban autorizados a
actuar de puentes entre dos mundos, porque el hombre no era lo
suficientemente maduro en aquella época
para asumir la dirección de su propio destino.
El duro aprendizaje y la despiadada e inhumana disciplina a la que
fueron sometidos los desafortunados
niños de los burgos, estaba destinado a moldear sus almas, para que
se
convirtieran en el cáliz
desinteresado para la incorporación de espíritus demoníacos de un
orden superior. Porque el Dios-Hombre
no habría sido otra cosa que las legiones de Lucifer, las huestes del
antiespíritu asociadas con la Lanza del
Destino. Los alemanes son muy afortunados de que los ejércitos
alemanes fueran derrotados en la batalla, y
de que el régimen nazi fuera eliminado de la faz de la tierra.
Porque,
¡quién puede decir que en los próximos
cien años, estos experimentos con la mutación humana no hayan
alcanzado, hasta cierto punto, las metas
que perseguían!
La Doctrina Secreta, que estudia la historia del Planeta Tierra
mediante la crónica cósmica, describe que
toda la evolución de la tierra y de la existencia del hombre se
desarrolló a partir del macrocosmos espiritual,
como consecuencia de las ininterrumpidas actividades creativas de los
Seres Espirituales. Según esta
doctrina, la vida interior del hombre ha sido guiada, desde los
primeros tiempos, por estas jerarquías de
Seres Espirituales, pero algunas de estas jerarquías son enemigas de
este plan divino de la evolución
humana.
La consciencia del hombre de los primeros tiempos debería haber
seguido siendo una imagen de espejo
infalible del mundo, pero este objetivo fue vuelto del revés por una
jerarquía de poderes contrarios, que
pretendía evocar en el alma del hombre una suerte de resistencia a
estas condiciones. Estos espíritus, la
primera jerarquía de la trinidad del mal, que recibe el nombre
genérico de Lucifer, pretendía apartar la
consciencia del hombre de la mera naturaleza de espejo. Los
adversarios luciféricos de las jerarquías
celestiales deseaban crear prematuramente en el hombre una capacidad
de desarrollar una actividad libre
dentro de su consciencia, de modo que fuera separada de la mano
conductora del macrocosmos.
La intervención de Lucifer inició un proceso a través del cual el
hombre se convirtió en el dueño de su
propia cognición, y en un ser capaz de resolución personal. Al mismo
tiempo, el hombre podía ser inducido
al mal o a error. El «yo» humano, o ego, pasó a depender de ciertos
elementos inferiores del alma. Las
influencias superiores espirituales ya no eran capaces de controlar y
regular los anhelos y las pasiones a los
que se exponía el hombre. De este modo, se vio atrapado en la rueda
de
la existencia física, y demasiado
implicado en los procesos materiales de la tierra.
Este período de la evolución de la humanidad, que tuvo lugar en
épocas
todavía más tempranas que la
Atlántida, se describe en la Biblia con la imagen simbólica de la
«Caída del Paraíso», en la que las metas del
mal se apoderan del hombre a través de las tentaciones de la
serpiente.
En las fuerzas de la propia tierra, bajo cuya influencia cayó el
hombre, funcionaban otros poderes
demoníacos. Estos espíritus, que pertenecían exclusivamente al mundo
material en el que Lucifer confinaba
al hombre, reciben el nombre de Espíritus Ahrimánicos, y
genéricamente
se los conoce por «Ahriman». Se
trata de la segunda jerarquía de la trinidad del mal, y estos
espíritus pretenden desposeer al hombre de
toda visión del macrocosmos, y reducirle al confinamiento total en el
mundo tridimensional de medida,
número y peso. Ahriman quiere conseguir que el hombre contemple el
mundo susceptible de ser percibido
por los sentidos como su única realidad. Si no hubiera sido por la
intervención de Ahriman, los poderes
espirituales que yacen en las fuerzas de la naturaleza nunca habrían
estado vedados a la visión humana.
Lucifer y Ahriman son dos grandes enemigos de la evolución de la
humanidad. Lucifer provoca que el
hombre sea espiritualmente independiente de las jerarquías
celestiales, y le tienta a erigirse él mismo en un
Dios. Ahriman lucha por establecer un reino totalmente material en la
tierra, un reino aislado por completo
de las realidades espirituales, y pretende hundir al hombre tan
profundamente en él, que llegue a perder
toda su consciencia acerca de sus orígenes y su destino espirituales.
Las jerarquías del mal fueron las culpables de la degeneración de la
vida del alma de las masas de la
Atlántida, que ya hemos descrito con anterioridad. Lucifer provocó la
lujuria del poder, el falso orgullo y el
egoísmo, rasgos que condujeron al abuso de los poderes mágicos,
mientras que Ahriman utilizó los
perversos anhelos sexuales del populacho para inspirar rituales de
magia negra, que produjeron la
destrucción del continente.
Ni siquiera las disciplinas y los entrenamientos que acompañaron a la
fundación de la raza aria fueron
suficientes para librarse de las perniciosas influencias de los
poderes del mal. Dos secciones separadas de
los pueblos arios, encabezadas por iniciados desertores de los
Oráculos, se dedicaron al culto al mal, y
establecieron sus propias comunidades separadas en las montañas que
ahora están sumergidas en el fondo
del Océano Atlántico, en las proximidades de Islandia. A partir de
estas civilizaciones crueles y sedientas de
sangre nació la leyenda de Thule. Estos iniciados del mal también
sobrevivieron a lo que la Biblia denomina
el Diluvio Universal. También emigraron hacia el este, a través de
Europa hacia Asia, y se establecieron en el
Tíbet, en dos grandes asentamientos de cavernas debajo de los
santuarios de las montañas del Oráculo del
Sol, donde los grandes iniciados se instalaron para supervisar la
sabia conducción de las civilizaciones de la
era postatlántica.
En tanto que el Oráculo del Sol empezó a declinar al cabo de unos
cinco mil años, las Comunidades de
las Cavernas que servían a las fuerzas del mal han sobrevivido hasta
la era moderna. El repentino y
definitivo eclipse de estos centros del misterio demoníaco se produjo
cuando la China comunista se anexionó
el Tíbet en 1959, y los soldados de Mao aniquilaron a todos los
adeptos que quedaban.
Muchos rumores e historias sobre las actividades demoníacas de los
adeptos de las cavernas habían
llegado a occidente en las primeras dos décadas del siglo XX. La
literatura del Grupo Thule hablaba de estas
dos órdenes secretas, que seguían el «camino de la derecha» y el
«camino de la izquierda». El Oráculo
luciférico recibía el nombre de Agartha, y se creía que era un centro
de meditación concentrado en
proporcionar sustento a los Poderes. El Oráculo Ahrimánico se
denominaba Schamballah, un centro en el
que se celebraban rituales para controlar los poderes elementales.
Los
iniciados de Agartha estaban
especializados en la proyección astral, y pretendían inspirar el
falso
liderazgo en todo el mundo. Los adeptos
de Schamballah querían implantar la ilusión del materialismo y llevar
todos los aspectos de la actividad
humana al abismo.
Sobre todo a raíz de la iniciativa del profesor Karl Haushofer y
otros
miembros de la Sociedad Vril de
Berlín y de Munich, fueron enviados equipos de exploración al Tíbet.
Las expediciones alemanas al Tíbet,
que se realizaron entre 1926 y 1942, iban dirigidas a establecer
contacto con las Comunidades de las
Cavernas, y convencerlas de que consiguieran la ayuda de los poderes
ahrimánicos y luciféricos para la
continuación de la causa nazi y para la proyectada mutación, que
anunciaría la nueva raza de los
Superhombres.
Tres años después del primer contacto con los adeptos de Agartha y
Schamballah, una comunidad
tibetana se estableció en Alemania, con sucursales en Berlín, Munich
y
Nuremberg. Pero sólo los adeptos de
Agartha, los servidores de Lucifer, estaban dispuestos a apoyar la
causa nazi. Los iniciados de Schamballah,
que se ocupaban de la llegada del materialismo y de la continuación
de
la era de la máquina, se negaron a
cooperar. ¡En el servicio a Ahriman, ya habían establecido contacto
con el occidente, y trabajaban en
afiliación con determinadas logias de Inglaterra y América!
Los adeptos de Agartha eran conocidos en Alemania como la «Sociedad
de
los Hombres Verdes», y se
tomaron fuertes medidas para guardar silencio sobre su verdadero
significado. Se unieron a ellos siete
miembros de la «Sociedad del Dragón Verde», de Japón, con los que
habían mantenido comunicación astral
durante cientos de años.
Adolf Hitler mantenía conversaciones regulares con el líder de los
tibetanos en la capital alemana, un
hombre de probada clarividencia que dominaba las artes de la
predicción. Se rumoreaba que había predicho
la fecha exacta en la que Hitler se convertiría en canciller, así
como
la fecha exacta del comienzo de la
guerra mundial.
Las enseñanzas de este grupo tibetano, que habían sido desarrolladas
por la inspiración directa del
profesor Karl Haushofer, atrajeron la atención del Reichsführer SS
Heinrich Himmler. Himmler creó una
escuela de ocultismo en la sucursal de Berlín, y se impuso a muchos
de
los miembros de las capas altas de
las Totenkopf SS, el Sicherheitsdienst y la Gestapo, la asistencia a
cursos de meditación, trascendentalismo y
magia.
Himmler fue persuadido para fundar el Ahnenerbe, la Oficina de
Ocultismo nazi. El Ahnenerbe incorporó
a los miembros de la Orden Templaría de Crowley, del Vril y la Thule
Gesellschaft en la Orden Negra de las
SS. Sus objetivos eran: llevar a cabo investigaciones sobre la
localización, las características generales, los
logros y la herencia de la raza indogermánica.
El director de investigaciones era un amigo íntimo de Karl Haushofer,
el profesor Wirrst, un experto en
filosofía oriental, que enseñaba sánscrito y Sagradas Escrituras en
la
Universidad de Viena. Muchos de los
cerebros académicos de Alemania fueron presionados a engrosar las
filas del Ahnenerbe, que tenía cuarenta
y nueve ramales. Tal era la influencia de Agartha en la Alemania
nazi.
Con el trasfondo ocultista que hemos descubierto, debería resultar
posible entender que las enseñanzas
geopolíticas de Karl Haushofer y su exigencia de Lebensraum no eran
más que la fachada de objetivos
exclusivamente demoníacos. No le interesaba la investigación del
verdadero origen de la raza aria. Su única
intención era conquistar el mundo al servicio de los poderes
luciféricos. La derrota de los ejércitos alemanes
en Stalingrado puso fin a sus sueños. Y también produjo el eclipse de
la confianza nazi en Agartha.
Durante los últimos meses de la guerra, los lamas del Tíbet fueron
descuidados completamente por los
nazis. Habían fracasado en su misión de utilizar los poderes de
Lucifer para la causa nazi. A fin de
expresarles su repulsa personal, Hitler ordenó que se les dieran las
mismas reducidas raciones que recibían
los prisioneros de los campos de concentración. Cuando los rusos
llegaron a su cuartel general, situado en
las afueras de Berlín, descubrieron sus cuerpos desnudos dispuestos
en
filas, y cada uno de ellos tenía un
puñal ceremonial clavado en el abdomen. Habían escogido la versión
oriental del suicidio, ya que lo
preferían a la rendición a los comunistas y a las desgracias que les
esperaban en el futuro.
La primera asociación de los nazis con los Oráculos tibetanos de las
Cavernas no pasó inadvertida a
ciertos hombres perspicaces y observadores del mundo occidental.
Hombres de la talla de lord Tweedsmuir,
más conocido como John Buchan, el novelista, advirtieron a los
políticos de la época de la llegada de una
religión satánica a Alemania, así como del tipo de civilización que
podría desarrollarse a partir de la fusión
entre la tecnología alemana y el misticismo y la magia orientales.
Huelga decir que no se prestó ninguna
atención a estas advertencias. Incluso en el proceso de Nuremberg,
celebrado al final de una guerra mundial
que había costado veinticinco millones de vidas y había creado los
horrores de los campos de concentración,
sólo se escucharon algunas risas avergonzadas cuando antiguos
miembros
del Ahnenerbe declaraban desde
el banquillo e incluían menciones sobre Agartha y Schamballah.
Los representantes de occidente se negaban simplemente a reconocer la
verdadera naturaleza de sus
enemigos derrotados. Sus extrañas creencias, sus prácticas inhumanas
y
sus horribles crímenes sólo podían
explicarse en términos psicoanalíticos como aberración mental. La
ciencia occidental, que había creado la
bomba atómica, negaba la existencia del mal y hablaba en términos de
behaviorismo y relatividad de la
moral. La religión de occidente, que había reducido a su Dios a un
simple carpintero de Nazaret, no
comprendía el concepto de hombres que adorasen al Anticristo cósmico,
y que hubiesen adquirido la
iniciación en los mundos suprasensibles a través de rituales de
sacrificio. Los que lo sabían guardaban
silencio. Los líderes de las logias ocultistas y las sociedades
secretas no tenían nada que ganar si exponían
en público la naturaleza satánica del partido nazi. Una investigación
pública de estos ritos ocultistas y del
conocimiento de la iniciación podrían haber desvelado realidades
espirituales que ellos mismos pretendían
ocultar a la humanidad a toda costa.
Era tal la ceguera y la ignorancia de los oficiales de seguridad
aliados, encargados de los prisioneros de
Nuremberg, que no reconocieron la naturaleza demoníaca de los
«últimos
ritos» que se practicaron con
algunos convictos que esperaban la horca.
El coronel de las SS Von Sievers, el director del Ahnenerbe, que fue
condenado por su participación en
los monstruosos crímenes contra la humanidad, fue a la horca sin
haberse arrepentido. El último visitante de
su celda de la muerte fue un tal Friedrich Heischler, una de las
figuras más enigmáticas del siglo XX, además
del responsable de la concepción original de la «Sociedad para el
Estudio de las Herencias Ancestrales».
Heischler, un iniciado en un grado aún más alto que Haushofer, y muy
superior a él en cuanto al
conocimiento de la Doctrina Secreta, nunca se unió al partido nazi.
Era miembro de un culto mundial de
orden superior, y muchos de los miembros de la cúpula dirigente del
partido nazi le consideraban su mentor
espiritual y padre confesor. Von Sievers, Heydrich y Kaltenbrunner le
profesaban una profunda devoción.
Heinrich Himmler hablaba de él en respetuosos susurros, y le
consideraba la figura más importante de
Alemania después de Adolf Hitler.
Cuando Karl Haushofer cayó en desgracia en el tribunal nazi, el
Führer
buscaba el consejo de Friedrich
Heischler en todos los asuntos de ocultismo, sobre todo en lo que se
refería a los ritos del medio ambiente,
de entrenamiento y panreligiosos de los burgos, en los que surgiría
la
raza luciférica. Heischler también era
el responsable del «ritual del aire sofocante», en los que miembros
seleccionados de las SS hacían votos de
fidelidad irreversible a los poderes satánicos. Si los nazis hubieran
ganado la guerra, Heischler podría
haberse convertido en el Sumo Sacerdote de una nueva religión
mundial,
que habría sustituido la cruz por la
esvástica.
Ante los mismísimos ojos de los guardianes de las celdas de los
condenados, que se cuidaban sobre todo
de que los presos no recibieran veneno con el que les fuera posible
librarse de la horca, Wolfram von
Sievers se hincó de rodillas mientras Heischler entonaba los cánticos
de una misa negra, un himno final de
adoración a los poderes del mal, que aguardaban a su alma al otro
lado
de la tumba. Ahora debemos dirigir
nuestra atención a los orígenes de la misa negra.
http://groups.google.com/group/secreto-masonico
Los cálices para las huestes de Lucifer
«Estoy fundando una orden, confió Adolf Hitler a Rauschning, hablando
de sus planes
para establecer los burgos en los que tendría lugar la segunda fase
de
la creación de una
nueva raza.. De allí surgirá la fase final de la mutación humana...
¡El Hombre-Dios!»
Karl Haushofer no sólo había realizado un profundo estudio sobre los
orígenes de la raza aria en la Atlántida, y sobre el modo en que
había
sido moldeada para cumplir su destino histórico en el mundo. El
profesor también era la fuente de toda la mística biológica del
racismo del partido nazi, así como elresponsable inmediato de
inspirar
la idea de realizar experimentos de incubación y de llevar a cabo una
educación especial en los burgos en los que aparecería una nueva raza
de Superhombres.
Después de iniciar a Adolf Hitler en la Doctrina Secreta en la
fortaleza de Landsberg, Haushofer seconvirtió en la figura central de
una sociedad secreta llamada «Vril» o «Logia Luminosa del Vril», que
fue fundadaen Berlín. La única cualificación aceptable para entrar a
formar parte de este exclusivo círculo satánico era la
presentación de un grado lo suficientemente alto de iniciación en la
Doctrina Secreta.
La Logia Luminosa no sólo comprendía miembros procedentes de los
movimientos ocultistas más
importantes de Europa, sino que también atraía a iniciados de todos
los rincones del planeta, incluso del
Tíbet, de Japón, de la India, de Cachemira, de Turkistán y de Ceilán.
En el cuartel de la Sociedad en Berlín,
lamas tibetanos, budistas japoneses y miembros de otras sectas
orientales se codeaban con ex alumnos de
Gurdjieff, miembros de varias órdenes rosacrucianas, antiguos
asociados a la Logia de París del Alba Dorada
y dudosos personajes de la Ordo Templi Orientis, de Aleister Crowley.
El único objetivo de esta Logia era realizar más investigaciones
sobre
los orígenes de la raza aria y sobre
el modo en que las capacidades mágicas que dormían en la sangre aria
podían ser reactivadas para
convertirse en poderes sobrehumanos. Resulta sorprendente el hecho de
que una de las obras que
demostró ser una fuente inagotable de inspiración para los dirigentes
de la Logia había sido escrita por un
inglés, Bulwer-Lytton, francmasón y miembro de una sociedad inglesa
rosacruciana, que escribió otras obras
menos conocidas aparte de su elogiada novela Los últimos días de
Pompeya, por la cual se hizo famoso. En
uno de estos libros menos conocidos, titulado La Raza que viene,
revelaba muchas de las verdades que
había aprendido a través de la iniciación personal en la Doctrina
Secreta. Lytton, un hombre íntegro y un
académico de mérito, sentía gran interés por las profecías que se
referían al bien y al mal mencionado en el
Apocalipsis. No tenía idea de que este libro, en el que describía el
surgimiento de una nueva raza de grandes
facultades espirituales y poderes sobrehumanos se convertiría en la
maligna inspiración de un pequeño
grupo de nazis que tenían la intención de crear una Raza Superior
para
esclavizar al mundo.
La primera noticia del Vril fue revelada al mundo occidental a través
de Willi Ley, un científico de cohetes,
cuando huyó de Alemania en 1933. Según Ley, los discípulos de
Haushofer creían que estaban desvelando
un conocimiento secreto, a través del cual serían capaces de crear
una
mutación en la raza aria. Entre otras
cosas, relató historias que había oído sobre sus extrañas
meditaciones
y el tipo de ejercicios que realizaban
a fin de desarrollar poderes sobrehumanos de concentración y visión
clarividente.
Ley, ingeniero y experto en ciencias naturales, consideraba que aquel
asunto era inofensivo y bastante
ridículo. No podía prever que el Reichsführer SS, Heinrich Himmler,
se
apoderaría un día de la Logia
Luminosa y la incorporaría-al Ahnenerbe, la Oficina de Ocultismo
Nazi;
y tampoco podía prever que
proporcionaría el anteproyecto para la fundación de un nuevo orden en
los burgos, y que finalmente
desembocaría en experimentos con la médula espinal y con las cabezas
decapitadas de los comisarios
judíomarxistas73.
El Vril es un antiguo nombre indio para las enormes fuentes de
energía
que se pueden conseguir como consecuencia de la expansión del cuerpo
etéreo o del organismo del tiempo en el hombre. Los informes de
Ley eran correctos, ya que los iniciados del Vril pasaban horas y
horas en silenciosa contemplación de
Hitler: la conspiraciσn de las tinieblas Trevor Ravenscroft
semillas, hojas, flores y frutas, ¡incluso de manzanas cortadas por
la
mitad! De hecho, los miembros de esta
Logia estudiaban las leyes de la metamorfosis en las plantas, que
anteriormente habían sido estudiadas en
Europa por Goethe. Goethe fue el primer europeo que consiguió, a
través de este tipo de contemplación,
adquirir una extensión parcial del organismo etéreo, lo cual explica
tanto la fuente de su genio como sus
notables poderes extrasensoriales.
Existe una amplia documentación sobre el hecho de que Goethe era
capaz
de predecir muchos
acontecimientos futuros, y de que sentía grandes tormentas,
erupciones
y terremotos que se producían a
miles de kilómetros de distancia. La capacidad asombrosa y algo
parecida de Karl Haushofer para predecir el
futuro también es del dominio público. Cuando era general en el
frente
occidental durante la primera guerra
mundial, era capaz de predecir las fechas y las horas exactas de las
batallas que se avecinaban, e incluso
trasladó su cuartel general en varias ocasiones, porque tenía la
capacidad de predecir la estrategia que
utilizaba el enemigo en sus bombardeos, y sabía incluso en que lugar
exacto iban a caer los obuses.
Haushofer adquirió estos extraordinarios dones gracias a su
pertenencia a la Sociedad Dragón Verde, en
Japón, en la que el dominio del organismo del tiempo y el control de
las fuerzas de vida en el cuerpo
humano es el objetivo central, a fin de ascender, por los grados
sucesivos de la iniciación. Una de las
pruebas más duras de este tipo de iniciación exige la capacidad de
controlar las fuerzas de vida de las
plantas, de un modo parecido a los poderes con que contaba el antiguo
pueblo de la Atlántida. El iniciado
debe activar el proceso de germinación en una semilla, y hacer que se
desarrolle su crecimiento hasta el
estadio de la planta madura, de modo que la flor aparezca en cuestión
de minutos. Estos poderes no están
tan sólo conectados con el control de los espíritus elementales, sino
también con el pleno desarrollo y
activación del chakra de diez brazos situado en el cuerpo astral, que
interpenetra el abdomen alrededor del
ombligo físico. Sólo se ha permitido a dos europeos la entrada en
esta
orden japonesa, que exige los
juramentos de completa discreción y obediencia, juramentos mucho más
estrictos e intransigentes que los
de sociedades de características similares existentes en el mundo
occidental.
Los iniciados del Vril se daban perfecta cuenta de que su objetivo de
crear una mutación en la raza aria
era totalmente inalcanzable en términos de la ciencia materialista
del
siglo XX, que concluye que todas las
mutaciones se han producido a través de influencias a largo plazo del
entorno. Pero a sus ojos, la ciencia
contemporánea era una ciencia judío-marxista y liberal, una
conspiración de mentes mediocres que no se
merecían otra cosa que el desprecio. Ellos la habían sustituido por
la
ciencia nordiconacionalista, una
concepción mágica del mundo basada en la cosmología de la Doctrina
Secreta. Sólo a los iniciados elegidos
se les permitía conocer las realidades de esta cosmología. Para el
consumo del gran público, se exteriorizaba
como el gemelo de la geopolítica, y se incluía dentro de una
propaganda conocida genéricamente con el
nombre de Welteislehre74.
La cosmología escondida tras la ficción popular de la Welteislehre
tenía sus orígenes en el antiguo Tíbet,
hace nueve mil años, y se trataba de un eco de los secretos
conocimientos de los iniciados, que aparecieron
por primera vez por escrito miles de años más tarde en los Vedas, las
Upanishads y en la filosofía Samkhya.
El universo se concebía como un vasto organismo que abarcaba en su
interior tanto al macrocosmos
como al microcosmos, la sucesión de acontecimientos en la tierra que
tenían su origen y estímulo en los
movimientos dirigidos por el espíritu del sol y de los planetas,
sobre
un trasfondo de las emanaciones
cósmicas procedentes de las estrellas fijas.
Esta referencia a la astronomía espiritual, en la que los ritmos
reiterados de los cuerpos celestiales
activaban las condiciones cambiantes de la vida en la tierra, puede
encontrarse también en muchos otros
sistemas orientales y occidentales. Tal vez este tema alcanzó su
máxima expresión en las obras de Dionisio
el Aeropagita y de Enéades de Plotino, así como en el pensamiento de
toda la escuela neoplatónica, uno de
los sistemas filosóficos más espirituales y de mayor profundidad
intelectual que el mundo ha conocido.
Una parte integrante de esta cosmología era la idea de que la tierra
era también un organismo
consciente y viviente, una especie de reflejo gigante del hombre, de
cada aspecto de la constitución física y
psicoespiritual del hombre, que encuentra su contrapartida exacta en
el organismo de la tierra.
Del mismo modo que se consideraba que el hombre tenía un organismo
etéreo, se atribuía un organismo
de similares características, aunque en tamaño gigante, a la tierra.
Y
todo el proceso de evolución espiritual
y física de la humanidad se atribuía a un gran ritmo central de la
aspiración y la espiración del organismo del
tiempo de la tierra, que desembocaba al mismo tiempo en la
contracción
correspondiente en la vida del
hombre en evolución.
Los miembros del Vril creían que el punto crítico de la contracción
del organismo del tiempo coincidía con
la aparición de la raza aria y el eclipse de todos los poderes
mágicos
en el continente de la Atlántida. Y veían
el contrapunto vital en la expansión del organismo etéreo del
planeta,
que tendría lugar en el siglo XX. Por
esta razón pronosticaron un gran amanecer para la magia.
Horst Wessel, miembro del Vril y uno de los máximos exponentes de la
Welteislehre, predijo que la fecha
exacta de este punto sería el año 1909, treinta años después del fin
del Kali-Yuga, o Era Oscura. Éste fue el
año en que Adolf Hitler contempló por primera vez la Lanza de Longino
en el Hofburg de Viena75.
Las teorías y las conclusiones del Vril fueron puestas a disposición
de Adolf Hitler, el cual demostró gran
interés por todos los detalles que pudieran contribuir a la personal
mezcla de mística biológica, que estaba
cobrando forma en su mente brutal y demente76.
Adolf Hitler creía que el siglo XX sería un «punto crítico en el
tiempo» en toda la evolución de la
humanidad. Imaginaba que el resurgimiento de los poderes mágicos se
produciría de un modo
asombrosamente repentino. E incluso comparó la anticipada transición
con la aparición de la pubertad en la
adolescencia, cuando las fuerzas dormidas se despiertan de pronto
para
marcar el significativo cambio de la
niñez a la edad adulta.
Ya hemos descrito que Adolf Hitler imaginaba que estaba en el umbral
de estos poderes mágicos, y que
las facultades que había adquirido a través de la iniciación eran en
sí mismas una especie de preludio de lo
que vendría en un futuro muy próximo, cuando las grandes fuerzas
invisibles del mundo etéreo se
convirtieran en algo mucho más asequible para el hombre.
Según él, el nuevo tipo de hombre que estaba a punto de aparecer en
la
tierra sería capaz de viajar hacia
adelante y hacia atrás en el tiempo, y de captar acontecimientos de
un
pasado muy lejano, así como de
contemplar el destino del hombre que viviría miles de años más tarde.
«Lo que hoy se conoce como historia
.decía., lo aboliremos por completo.»
Pero Hitler no sólo vaticinó el nacimiento de facultades
espirituales,
sino que llegó hasta el punto de
profetizar verdaderos cambios fisiológicos en las generaciones
venideras, tales como la abertura de una
cuenca frontal y la reaparición visible del «ojo del cíclope».
«Hitler siempre hablaba del ojo del cíclope», escribe Rauschning, que
oyó en varias ocasiones las
opiniones de Hitler acerca de la llegada del Superhombre. «Algunas
personas ya pueden activar su glándula pineal para una visión
limitada
de los secretos del tiempo .le dijo Hitler, y con estas palabras se
refería, sin
lugar a dudas, a sus propias experiencias de sus reencarnaciones
anteriores.. Pero el nuevo tipo de hombre
estará equipado físicamente para esta visión, del mismo modo que
nosotros vemos ahora con nuestros ojos
físicos. Será un don natural, que no requerirá esfuerzo alguno».
Adolf Hitler había recorrido un largo camino desde que leyera por
primera vez el Superhombre de
Nietzsche en sus tiempos de pobreza, en Viena. Se siente uno tentado
a
preguntarse que habría pensado el
propio Nietzsche de los puntos de vista de Adolf Hitler acerca del
tema de su libro más elogiado. Si
recopilamos todo lo que Hitler dijo sobre el Superhombre que se
avecinaba, nos encontramos ante un
cuadro de lo más fantástico.
El Nuevo Hombre tendría un semblante extraordinario, estatura
gigantesca, un físico glorioso y fuerza
sobrehumana. Sus poderes intuitivos sobrepasarían de largo el mero
pensamiento intelectual, tendría una
facultad mágica de imaginación, una especie de consciencia
sobrehumana
en imágenes, que obviaría la
necesidad de la combinación sensorial de los pensamientos
intelectuales y abstractos.
Este Superhombre, que nacería entre nosotros en un espacio de tiempo
muy corto, manifestaría
facultades mágicas, tales como poderes mágicos de lenguaje, que todos
los mortales se verían obligados a
obedecer. Todos los espíritus entre cielo y tierra obedecerían sus
órdenes. Incluso el clima y la combinación
de los elementos químicos se regirían por sus poderes acústicos. Los
Superhombres se convertirían en la
élite de la tierra, en los señores de todo lo que dominaban. Nada
escaparía a su visión espiritual, y ningún
poder terrenal podría enfrentarse a ellos. «Serán los Hijos de los
Dioses», dijo Hitler.
¿Y cuál era la clave de este increíble potencial en el hombre? Sería
descubierta a través de la naturaleza
y la calidad de la sangre. ¡Tan sólo la sangre aria percibiría los
recursos recientemente liberados del poder
creativo cósmico!
Estos pueblos, que nacían a partir de los remanentes de otras razas
que habían sobrevivido a la
destrucción de la Atlántida, no serían incluidas en las mutaciones. Y
la raza judía, que había surgido en un
momento en que el poder etéreo creativo había tocado fondo, sería
excluida de todo este proceso de
evolución humana.
«Sólo imitan a los hombres, pero no pertenecen a la misma especie»,
dijo el profesor Kart Haushofer.
«Los judíos están tan apartados de los humanos como lo están los
animales», reiteró Heinrich Himmler. «No
considero que los judíos sean animales, están más alejados de los
animales de lo que lo estamos nosotros .
concluyó Adolf Hitler.. Por ello no constituye un crimen eliminarlos,
ya que no pertenecen a la humanidad».
Adolf Hitler expresaba las conclusiones del Vril cuando afirmaba que
la única raza verdadera era la raza
aria, y que sólo la raza aria podía tomar parte en la gran aventura
heroica del repentino y mágico paso en el
progreso de la evolución de la humanidad.
Éste era el credo nazi, y Adolf Hitler se convirtió en su profeta. En
diversas ocasiones habló de su
vocación como heraldo de la nueva raza de Superhombres: «La creación
todavía no ha finalizado. El hombre
todavía tiene que pasar por varias etapas de metamorfosis. El hombre
postatlántico ya está en una fase de
degeneración tal que apenas es capaz de sobrevivir... Todas las
fuerzas creativas se concentrarán en una
especie nueva. Los dos tipos de hombre, el viejo y el nuevo,
evolucionarán rápidamente en diferentes
direcciones. Uno de ellos desaparecerá de la faz de la tierra, el
otro
florecerá... ¡Éste es el verdadero
objetivo que se esconde detrás del movimiento nacionalsocialista!»
«Estoy fundando una orden .confió Adolf Hitler a Rauschning, poco
antes de que éste desertara a
occidente. En esta ocasión hablaba de sus planes para establecer los
burgos en los que tendría lugar la
siguiente fase de la creación de una nueva raza.. De allí surgirá la
última fase de la mutación humana... ¡El
HOMBRE-DIOS! Este espléndido Ser se convertirá en objeto de la
adoración universal.»
Sin embargo, el objetivo último de Hitler en la mutación biológica no
pretendía abrir el camino a la
reaparición del tipo de híbrido Dios-Hombre mencionado en el Génesis,
que un día caminó por la tierra del
continente de la antigua Atlántida. Esos Seres Espirituales, que se
encontraban por encima del hombre, pero
por debajo de las jerarquías celestiales, podían adoptar forma
humana,
porque la plasticidad de la
constitución humana lo permitía en aquella época. Pero estos
mensajeros divinos sólo estaban autorizados a
actuar de puentes entre dos mundos, porque el hombre no era lo
suficientemente maduro en aquella época
para asumir la dirección de su propio destino.
El duro aprendizaje y la despiadada e inhumana disciplina a la que
fueron sometidos los desafortunados
niños de los burgos, estaba destinado a moldear sus almas, para que
se
convirtieran en el cáliz
desinteresado para la incorporación de espíritus demoníacos de un
orden superior. Porque el Dios-Hombre
no habría sido otra cosa que las legiones de Lucifer, las huestes del
antiespíritu asociadas con la Lanza del
Destino. Los alemanes son muy afortunados de que los ejércitos
alemanes fueran derrotados en la batalla, y
de que el régimen nazi fuera eliminado de la faz de la tierra.
Porque,
¡quién puede decir que en los próximos
cien años, estos experimentos con la mutación humana no hayan
alcanzado, hasta cierto punto, las metas
que perseguían!
La Doctrina Secreta, que estudia la historia del Planeta Tierra
mediante la crónica cósmica, describe que
toda la evolución de la tierra y de la existencia del hombre se
desarrolló a partir del macrocosmos espiritual,
como consecuencia de las ininterrumpidas actividades creativas de los
Seres Espirituales. Según esta
doctrina, la vida interior del hombre ha sido guiada, desde los
primeros tiempos, por estas jerarquías de
Seres Espirituales, pero algunas de estas jerarquías son enemigas de
este plan divino de la evolución
humana.
La consciencia del hombre de los primeros tiempos debería haber
seguido siendo una imagen de espejo
infalible del mundo, pero este objetivo fue vuelto del revés por una
jerarquía de poderes contrarios, que
pretendía evocar en el alma del hombre una suerte de resistencia a
estas condiciones. Estos espíritus, la
primera jerarquía de la trinidad del mal, que recibe el nombre
genérico de Lucifer, pretendía apartar la
consciencia del hombre de la mera naturaleza de espejo. Los
adversarios luciféricos de las jerarquías
celestiales deseaban crear prematuramente en el hombre una capacidad
de desarrollar una actividad libre
dentro de su consciencia, de modo que fuera separada de la mano
conductora del macrocosmos.
La intervención de Lucifer inició un proceso a través del cual el
hombre se convirtió en el dueño de su
propia cognición, y en un ser capaz de resolución personal. Al mismo
tiempo, el hombre podía ser inducido
al mal o a error. El «yo» humano, o ego, pasó a depender de ciertos
elementos inferiores del alma. Las
influencias superiores espirituales ya no eran capaces de controlar y
regular los anhelos y las pasiones a los
que se exponía el hombre. De este modo, se vio atrapado en la rueda
de
la existencia física, y demasiado
implicado en los procesos materiales de la tierra.
Este período de la evolución de la humanidad, que tuvo lugar en
épocas
todavía más tempranas que la
Atlántida, se describe en la Biblia con la imagen simbólica de la
«Caída del Paraíso», en la que las metas del
mal se apoderan del hombre a través de las tentaciones de la
serpiente.
En las fuerzas de la propia tierra, bajo cuya influencia cayó el
hombre, funcionaban otros poderes
demoníacos. Estos espíritus, que pertenecían exclusivamente al mundo
material en el que Lucifer confinaba
al hombre, reciben el nombre de Espíritus Ahrimánicos, y
genéricamente
se los conoce por «Ahriman». Se
trata de la segunda jerarquía de la trinidad del mal, y estos
espíritus pretenden desposeer al hombre de
toda visión del macrocosmos, y reducirle al confinamiento total en el
mundo tridimensional de medida,
número y peso. Ahriman quiere conseguir que el hombre contemple el
mundo susceptible de ser percibido
por los sentidos como su única realidad. Si no hubiera sido por la
intervención de Ahriman, los poderes
espirituales que yacen en las fuerzas de la naturaleza nunca habrían
estado vedados a la visión humana.
Lucifer y Ahriman son dos grandes enemigos de la evolución de la
humanidad. Lucifer provoca que el
hombre sea espiritualmente independiente de las jerarquías
celestiales, y le tienta a erigirse él mismo en un
Dios. Ahriman lucha por establecer un reino totalmente material en la
tierra, un reino aislado por completo
de las realidades espirituales, y pretende hundir al hombre tan
profundamente en él, que llegue a perder
toda su consciencia acerca de sus orígenes y su destino espirituales.
Las jerarquías del mal fueron las culpables de la degeneración de la
vida del alma de las masas de la
Atlántida, que ya hemos descrito con anterioridad. Lucifer provocó la
lujuria del poder, el falso orgullo y el
egoísmo, rasgos que condujeron al abuso de los poderes mágicos,
mientras que Ahriman utilizó los
perversos anhelos sexuales del populacho para inspirar rituales de
magia negra, que produjeron la
destrucción del continente.
Ni siquiera las disciplinas y los entrenamientos que acompañaron a la
fundación de la raza aria fueron
suficientes para librarse de las perniciosas influencias de los
poderes del mal. Dos secciones separadas de
los pueblos arios, encabezadas por iniciados desertores de los
Oráculos, se dedicaron al culto al mal, y
establecieron sus propias comunidades separadas en las montañas que
ahora están sumergidas en el fondo
del Océano Atlántico, en las proximidades de Islandia. A partir de
estas civilizaciones crueles y sedientas de
sangre nació la leyenda de Thule. Estos iniciados del mal también
sobrevivieron a lo que la Biblia denomina
el Diluvio Universal. También emigraron hacia el este, a través de
Europa hacia Asia, y se establecieron en el
Tíbet, en dos grandes asentamientos de cavernas debajo de los
santuarios de las montañas del Oráculo del
Sol, donde los grandes iniciados se instalaron para supervisar la
sabia conducción de las civilizaciones de la
era postatlántica.
En tanto que el Oráculo del Sol empezó a declinar al cabo de unos
cinco mil años, las Comunidades de
las Cavernas que servían a las fuerzas del mal han sobrevivido hasta
la era moderna. El repentino y
definitivo eclipse de estos centros del misterio demoníaco se produjo
cuando la China comunista se anexionó
el Tíbet en 1959, y los soldados de Mao aniquilaron a todos los
adeptos que quedaban.
Muchos rumores e historias sobre las actividades demoníacas de los
adeptos de las cavernas habían
llegado a occidente en las primeras dos décadas del siglo XX. La
literatura del Grupo Thule hablaba de estas
dos órdenes secretas, que seguían el «camino de la derecha» y el
«camino de la izquierda». El Oráculo
luciférico recibía el nombre de Agartha, y se creía que era un centro
de meditación concentrado en
proporcionar sustento a los Poderes. El Oráculo Ahrimánico se
denominaba Schamballah, un centro en el
que se celebraban rituales para controlar los poderes elementales.
Los
iniciados de Agartha estaban
especializados en la proyección astral, y pretendían inspirar el
falso
liderazgo en todo el mundo. Los adeptos
de Schamballah querían implantar la ilusión del materialismo y llevar
todos los aspectos de la actividad
humana al abismo.
Sobre todo a raíz de la iniciativa del profesor Karl Haushofer y
otros
miembros de la Sociedad Vril de
Berlín y de Munich, fueron enviados equipos de exploración al Tíbet.
Las expediciones alemanas al Tíbet,
que se realizaron entre 1926 y 1942, iban dirigidas a establecer
contacto con las Comunidades de las
Cavernas, y convencerlas de que consiguieran la ayuda de los poderes
ahrimánicos y luciféricos para la
continuación de la causa nazi y para la proyectada mutación, que
anunciaría la nueva raza de los
Superhombres.
Tres años después del primer contacto con los adeptos de Agartha y
Schamballah, una comunidad
tibetana se estableció en Alemania, con sucursales en Berlín, Munich
y
Nuremberg. Pero sólo los adeptos de
Agartha, los servidores de Lucifer, estaban dispuestos a apoyar la
causa nazi. Los iniciados de Schamballah,
que se ocupaban de la llegada del materialismo y de la continuación
de
la era de la máquina, se negaron a
cooperar. ¡En el servicio a Ahriman, ya habían establecido contacto
con el occidente, y trabajaban en
afiliación con determinadas logias de Inglaterra y América!
Los adeptos de Agartha eran conocidos en Alemania como la «Sociedad
de
los Hombres Verdes», y se
tomaron fuertes medidas para guardar silencio sobre su verdadero
significado. Se unieron a ellos siete
miembros de la «Sociedad del Dragón Verde», de Japón, con los que
habían mantenido comunicación astral
durante cientos de años.
Adolf Hitler mantenía conversaciones regulares con el líder de los
tibetanos en la capital alemana, un
hombre de probada clarividencia que dominaba las artes de la
predicción. Se rumoreaba que había predicho
la fecha exacta en la que Hitler se convertiría en canciller, así
como
la fecha exacta del comienzo de la
guerra mundial.
Las enseñanzas de este grupo tibetano, que habían sido desarrolladas
por la inspiración directa del
profesor Karl Haushofer, atrajeron la atención del Reichsführer SS
Heinrich Himmler. Himmler creó una
escuela de ocultismo en la sucursal de Berlín, y se impuso a muchos
de
los miembros de las capas altas de
las Totenkopf SS, el Sicherheitsdienst y la Gestapo, la asistencia a
cursos de meditación, trascendentalismo y
magia.
Himmler fue persuadido para fundar el Ahnenerbe, la Oficina de
Ocultismo nazi. El Ahnenerbe incorporó
a los miembros de la Orden Templaría de Crowley, del Vril y la Thule
Gesellschaft en la Orden Negra de las
SS. Sus objetivos eran: llevar a cabo investigaciones sobre la
localización, las características generales, los
logros y la herencia de la raza indogermánica.
El director de investigaciones era un amigo íntimo de Karl Haushofer,
el profesor Wirrst, un experto en
filosofía oriental, que enseñaba sánscrito y Sagradas Escrituras en
la
Universidad de Viena. Muchos de los
cerebros académicos de Alemania fueron presionados a engrosar las
filas del Ahnenerbe, que tenía cuarenta
y nueve ramales. Tal era la influencia de Agartha en la Alemania
nazi.
Con el trasfondo ocultista que hemos descubierto, debería resultar
posible entender que las enseñanzas
geopolíticas de Karl Haushofer y su exigencia de Lebensraum no eran
más que la fachada de objetivos
exclusivamente demoníacos. No le interesaba la investigación del
verdadero origen de la raza aria. Su única
intención era conquistar el mundo al servicio de los poderes
luciféricos. La derrota de los ejércitos alemanes
en Stalingrado puso fin a sus sueños. Y también produjo el eclipse de
la confianza nazi en Agartha.
Durante los últimos meses de la guerra, los lamas del Tíbet fueron
descuidados completamente por los
nazis. Habían fracasado en su misión de utilizar los poderes de
Lucifer para la causa nazi. A fin de
expresarles su repulsa personal, Hitler ordenó que se les dieran las
mismas reducidas raciones que recibían
los prisioneros de los campos de concentración. Cuando los rusos
llegaron a su cuartel general, situado en
las afueras de Berlín, descubrieron sus cuerpos desnudos dispuestos
en
filas, y cada uno de ellos tenía un
puñal ceremonial clavado en el abdomen. Habían escogido la versión
oriental del suicidio, ya que lo
preferían a la rendición a los comunistas y a las desgracias que les
esperaban en el futuro.
La primera asociación de los nazis con los Oráculos tibetanos de las
Cavernas no pasó inadvertida a
ciertos hombres perspicaces y observadores del mundo occidental.
Hombres de la talla de lord Tweedsmuir,
más conocido como John Buchan, el novelista, advirtieron a los
políticos de la época de la llegada de una
religión satánica a Alemania, así como del tipo de civilización que
podría desarrollarse a partir de la fusión
entre la tecnología alemana y el misticismo y la magia orientales.
Huelga decir que no se prestó ninguna
atención a estas advertencias. Incluso en el proceso de Nuremberg,
celebrado al final de una guerra mundial
que había costado veinticinco millones de vidas y había creado los
horrores de los campos de concentración,
sólo se escucharon algunas risas avergonzadas cuando antiguos
miembros
del Ahnenerbe declaraban desde
el banquillo e incluían menciones sobre Agartha y Schamballah.
Los representantes de occidente se negaban simplemente a reconocer la
verdadera naturaleza de sus
enemigos derrotados. Sus extrañas creencias, sus prácticas inhumanas
y
sus horribles crímenes sólo podían
explicarse en términos psicoanalíticos como aberración mental. La
ciencia occidental, que había creado la
bomba atómica, negaba la existencia del mal y hablaba en términos de
behaviorismo y relatividad de la
moral. La religión de occidente, que había reducido a su Dios a un
simple carpintero de Nazaret, no
comprendía el concepto de hombres que adorasen al Anticristo cósmico,
y que hubiesen adquirido la
iniciación en los mundos suprasensibles a través de rituales de
sacrificio. Los que lo sabían guardaban
silencio. Los líderes de las logias ocultistas y las sociedades
secretas no tenían nada que ganar si exponían
en público la naturaleza satánica del partido nazi. Una investigación
pública de estos ritos ocultistas y del
conocimiento de la iniciación podrían haber desvelado realidades
espirituales que ellos mismos pretendían
ocultar a la humanidad a toda costa.
Era tal la ceguera y la ignorancia de los oficiales de seguridad
aliados, encargados de los prisioneros de
Nuremberg, que no reconocieron la naturaleza demoníaca de los
«últimos
ritos» que se practicaron con
algunos convictos que esperaban la horca.
El coronel de las SS Von Sievers, el director del Ahnenerbe, que fue
condenado por su participación en
los monstruosos crímenes contra la humanidad, fue a la horca sin
haberse arrepentido. El último visitante de
su celda de la muerte fue un tal Friedrich Heischler, una de las
figuras más enigmáticas del siglo XX, además
del responsable de la concepción original de la «Sociedad para el
Estudio de las Herencias Ancestrales».
Heischler, un iniciado en un grado aún más alto que Haushofer, y muy
superior a él en cuanto al
conocimiento de la Doctrina Secreta, nunca se unió al partido nazi.
Era miembro de un culto mundial de
orden superior, y muchos de los miembros de la cúpula dirigente del
partido nazi le consideraban su mentor
espiritual y padre confesor. Von Sievers, Heydrich y Kaltenbrunner le
profesaban una profunda devoción.
Heinrich Himmler hablaba de él en respetuosos susurros, y le
consideraba la figura más importante de
Alemania después de Adolf Hitler.
Cuando Karl Haushofer cayó en desgracia en el tribunal nazi, el
Führer
buscaba el consejo de Friedrich
Heischler en todos los asuntos de ocultismo, sobre todo en lo que se
refería a los ritos del medio ambiente,
de entrenamiento y panreligiosos de los burgos, en los que surgiría
la
raza luciférica. Heischler también era
el responsable del «ritual del aire sofocante», en los que miembros
seleccionados de las SS hacían votos de
fidelidad irreversible a los poderes satánicos. Si los nazis hubieran
ganado la guerra, Heischler podría
haberse convertido en el Sumo Sacerdote de una nueva religión
mundial,
que habría sustituido la cruz por la
esvástica.
Ante los mismísimos ojos de los guardianes de las celdas de los
condenados, que se cuidaban sobre todo
de que los presos no recibieran veneno con el que les fuera posible
librarse de la horca, Wolfram von
Sievers se hincó de rodillas mientras Heischler entonaba los cánticos
de una misa negra, un himno final de
adoración a los poderes del mal, que aguardaban a su alma al otro
lado
de la tumba. Ahora debemos dirigir
nuestra atención a los orígenes de la misa negra.
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